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maio 22, 2013
La gran ilusionista por Diana Fernández Irusta, La Nación
La gran ilusionista
Matéria de Diana Fernández Irusta originalmente publicada no jornal argentino La Nación em 12 de maio de 2013.
Sofisticada y talentosa, Adriana Varejão -considerada la mejor artista contemporánea de Brasil- impacta con una obra que utiliza el simulacro y suele inspirarse en la azulejería colonial
El día en que Adriana Varejão pisó por primera vez las abigarradas callecitas de Ouro Preto, su vida experimentó un antes y un después. Tenía 22 años, se iniciaba en el campo del arte y, de manera imprevista, descubrió que el empedrado de la ciudad colonial hablaba. Las piedras de Ouro Preto gritaban mensajes indescifrables, y ella las caminó descalza, embriagada por la profusión de iglesias y por una iconografía religiosa cuyo significado desconocía, pero cuya intensidad la desbordaba. Entre cachaças, amores juveniles y la sinuosa geografía de ese rincón de Brasil, una joven artista carioca definía su modo de estar en el mundo: con mirada contemporánea y espíritu barroco.
Esa misma mujer avanza ahora por los pasillos del Malba, donde presenta una muestra que atraviesa 20 años de su trabajo. Un recorrido que le valió generar obras cuya cotización en el mercado internacional ronda el millón y medio de dólares, integrar las colecciones de la Tate Modern de Londres, el Guggenheim de Nueva York, la Fundación Cartier de París y, el mes pasado, ser nombrada la mejor artista contemporánea por la Asociación Brasileña de Críticos de Arte. Varejão porta toda esta historia profesional con relajado placer. La misma placidez con que lleva, a los 48 años, su segundo embarazo. "Hay una edad en la que estamos siempre construyendo. Y de repente tomas conciencia de que hay una obra realizada, una trayectoria -comenta-. Ver lo que hiciste reunido frente a ti. es una experiencia maravillosa de lo que la madurez puede traer de bueno."
¿Cómo vivís esto de armar una muestra tan abarcativa, al mismo tiempo que estás en plena creación de otra vida?
[La artista hace un gesto difícil de interpretar. Sonríe, amaga con hablar, respira hondo. Se intuye la renuencia a explayarse sobre su vida privada. Contesta, al fin.] "Es mi segunda hija. Tengo una niña de 7 años. Ahora va a ser otra niña. Es un buen momento profesional, pero son cosas distintas. Otra instancia de cosas".
Hasta el 10 de junio, sobre las paredes del Malba se lucirán sus trabajos: de grandes dimensiones, concebidos en un enigmático cruce entre simulacros, exuberancia barroca y cruces interculturales. El territorio de Varejão no es el del pequeño formato: en Inhotim, emprendimiento que, a kilómetros de Belo Horizonte, alberga jardines tropicales y arte contemporáneo, posee todo un pabellón. La artista estuvo casada con Bernardo Paz, creador de ese complejo, con quien tuvo su primera hija. El padre de la niña que hoy se adivina en su vientre suavemente curvado, es el productor Pedro Buarque de Hollanda, primo de Chico Buarque.
Alguna vez dijiste que las piedras de Ouro Preto hablaban. Las superficies que recreás en tus obras también poseen una enorme intensidad. ¿Cómo trabajás el aspecto técnico?
Hago una aproximación poco tradicional a la pintura, algo típico en una artista contemporánea. Utilizo aluminio, poliuretano, en el sentido de construir una narrativa. Una artificialidad.
¿Por qué la frecuente apelación a lo decorativo, los utensilios domésticos, los azulejos?
Era algo muy artesanal en Portugal; hubo una importación de estos íconos portugueses a Brasil. Es como adoptarlos y subvertirlos, devolverlos de un modo distinto. Algunas piezas se inspiran en un ceramista, Bordalo Pinheiro, de fines del siglo XIX, principios del XX. Pero el significado final se da en el espectador.
En muchas de tus obras asoman vísceras, sangre. Algo que puede referir a la colonización. o a infinidad de otras cosas.
Yo prefiero la infinidad de otras cosas (risas). Cuando pienso en la materialidad, la carne y demás, no pienso en sufrimiento. Pienso en voluptuosidad, en erotismo. Algo que se contrapone a la violencia de las superficies frías, asépticas, racionales, previsibles. Para mí es muy violento el minimalismo. El contrapunto es una pulsión apasionada, que desborda, caótica, incontrolable. Una fuerza más interna, animal, salvaje, que rompe todo ese orden para establecer otro. Un poco la metáfora del nacimiento. No hay sufrimiento en el nacimiento, pero hay contundencia.
Llamaste a tu muestra Historias en los márgenes. ¿Aludís también a esos márgenes donde a veces se ubica lo femenino?
En ningún momento de mi vida me sentí marginada por ser mujer. Por ser brasileña o latinoamericana, sí. Lo de los márgenes tiene que ver con una cuestión histórica.
Pero tu lugar dentro del mercado del arte no es marginal.
Sin embargo, todavía hay un largo camino para el arte latinoamericano; no somos tan centrales. Yo no me siento tan central.
¿De ahí la fascinación con Oriente?
Los portugueses fueron increíbles, hicieron colonias en Macao (China), India, África, Brasil. Es muy fuerte la cuestión del mestizaje. Entre gentes, sangres, culturas. Por eso me encanta tener dos polos, China y Brasil, y hacer una conexión entre ellos.
Durante una charla con el curador Adriano Pedrosa, elogiaste el papel del desperdicio en el barroco.
El barroco es un pensamiento del desperdicio en función del placer. Como explica Severo Sarduy, una mente burguesa frente a una obra barroca, exclama: "¡Cuánto trabajo desperdiciado!". Si piensas en el lenguaje periodístico, está hecho para que otro entienda; no hay desperdicio. Pero la poesía es puro desperdicio, no está hecha para comunicar algo específico. Se trata de encontrar un lenguaje que se preste a la poesía y no a la eficiencia.
En un momento en que el arte está tan atravesado por lo institucional y por el mercado, ¿no se complica esta postura?
Cuando estoy creando, sólo hago lo que la obra necesita. Ninguna concesión al mercado ni a límites institucionales. No es ningún esfuerzo. (sonríe).
Es conocida la afición de la artista por el tai chi. Quizás a esa práctica oriental deba lo grácil de sus gestos, la firmeza nunca ruda de sus dichos. La charla termina, la pregunta se impone:
¿Cuándo nace tu niña?
En junio.
¿Se viene, entonces, un momento de detención?
No. Cuanto menos trabajo, más creación.