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setembro 15, 2011
Deserto y modelo por Lara Marmor
Deserto y modelo
Sobre las pinturas de Bruno Dunley (Petropolis, 1984) y Lucas Arruda (San Pablo, 1983)
DESERTO
Me llegaron imágenes en apariencia inconexas. Traté de entender qué las unía. Las miré una y otra vez.
En ese momento pensé: La pintura como una forma de entender el mundo, como guía para revelar un enigma, algo salvaje o ingobernable… Recordé al crítico de arte Leo Steimberg frente a las obras de Jasper Johns a fines de los 50´, sus preguntas relacionadas a la interpretación de las pinturas. Atoreflexivo, puso en duda si su lectura surgía de las imágenes, si coincidía con las intenciones del autor o con otras opiniones. Al final, magistralmente argumentó que hay preguntas que no terminan nunca y para las cuales no hay respuesta en ninguna parte.
Las obras desestabilizan algo de nuestro mundo. Algunas se presentan como un misterio. Y este es el comienzo de la historia…
Creí que lo mejor sería ordenar todo, distinguir dos categorías para reconstruir uno de los tantos relatos posibles: las pistas y las escenas donde tendrían lugar los hechos. Las primeras, intercambiables unas con otras, fueron ordenadas sobre una pared como obras de arte en un cubo blanco. Las miré y comencé a tomar nota:
* Un helicóptero rescata a un caballo. Helicóptero III, el nombre de la pieza, indicaba que existieron secuencias anteriores. Todo me llevaba a la suposición que ocurrieron dos rescates… idea que me intimó para aventurarme a penetrar en esa naturaleza tramposa.
** Ubiqué como si fuese a ser la pista más esclarecedora de todas, la representación de una especie vegetal.
MODELO
En principio habría que tratar de descubrir su origen y por supuesto, investigar la razón de su presencia entre el resto de las imágenes.
*** Sobre un fondo blanco, el segmento de un horizonte (por definición un lugar inalcanzable) trazado por una maleza algo desfigurada. Por debajo se proyectaba su sombra. Sombra que semejaba raíces en una tierra árida. Allí supuse que se estaría escondiendo algo de valor inestimable.
**** Por último, la representación con ceniza de una flor aprehendida en diferentes lecciones de biología. Me pregunté si este conjunto estaría haciendo referencia a los diferentes modos de percepción de un objeto y al ciclo vital de las cosas…
Con esta información comencé el itinerario.
Desde una perspectiva incómoda aparecía una iglesia. El edificio podía verse de atrás, quedaba descartada cualquier descripción de la fachada, información clave para alumbrar datos del lugar. Una nave central larga y el altar profundo. El sol se ponía de frente al edificio de rasgos uniformes. La luz y la distancia obturaban los detalles…
Delante de árboles y arbustos, el cielo se tornó color ladrillo, como imantado de las paredes de la iglesia. El agua era demasiado celeste para ser un río y el pasto verde seco, casi agua. Tan quebradizo, que su ruido al pisarlo obligaba a moverme.
Cada vez más cerca, en el silencio envolvente del paisaje me sorprendió la luz del interior del edificio. Luego descubriría un faro. Pero ¿dónde estaba la arena y por qué el agua estaba estacionada?
Pude ver la iglesia desde otro lugar que me desorientó, parecía el lateral opuesto por sobre el casco de un pueblo. Debía concentrarme. Sobre la cima algo iba a encontrar. Pero invadida por una sugestión repentina, entendí que el viento que arremolinaba al pasto y el encendido al unísono de las luces querían despistarme.
Escenas y pistas desde un comienzo consiguieron lograr mi desvelo. Me condujeron a través de una vía misteriosa a un camino con retorno incierto. Como la pintura misma me hicieron creer que estarían encerrando algo indescifrable e insospechadamente valioso.